Anoche estuve con Goyo en casa de sus amigos Sandra y Eneko. Trabajan en la industria cinematográfica, y habían organizado una fiesta en casa para ver la ceremonia de entrega de los premios Goya.
Rara vez he visto esta ceremonia en años anteriores, pero ayer era distinto. Estar con gente que conoce desde dentro el mundillo del cine lo hace todo mucho más interesante, y estuvo divertido estar con ellos.
Casi todo eran chicos, y por lo que observé, al menos dos de ellos eran pareja, conocidos de Goyo, creo. A nosotros nos dieron dos sillas blancas que quedaron tras el sofá, de modo que observábamos a todo el grupo como si estuviéramos en un palco.
Me encanta Gómez, su perro. Es muy cariñoso, aunque no para de correr de un sitio a otro. Es un puro nervio. Sin embargo nos hemos caído bien, y durante toda la noche no hacía más que venir a donde estábamos Goyo y yo sentados a que le acariciáramos. Tiene una manera curiosa de colocarse para que le hagas mimos, y es que te da el culo, que aprieta contra tu pierna, de modo que le acaricias por la espalda. Otra de sus posturas favoritas es subiendo sus patas delanteras a tu regazo. Aquí comienza a lamerte las manos como en agradecimiento. Por lo que sé se trata de un perrito que fue maltratado y que quizás por eso sea tan nervioso, pero lo que es milagroso es que no es receloso con la gente. En toda la noche no le oí ladrar ni una sola vez, e incluso jugó conmigo a tirar de su manta favorita. Me gruñó mientras la sujetaba firmemente con los dientes, pero es el modo de jugar de los perros y no significa que estuviera poniéndose agresivo. Todo lo contrario.
Una historia distinta es la gata Julieta, que como buena gata tiene al perro más tieso que una vela. Le bufa cuando se le acerca, y como se ha dado cuenta de que no es mi favorita se colocó encima del respaldo del sofá, frente a mí, para ver si la acariciaba. Un poco porque no me gustan los gatos y otro poco por darle celos, no la toqué, y fingí no darme cuenta de que estaba allí. De todos modos, es la favorita de Goyo, con quien convivió en su casa bastante tiempo.
Sandra y Eneko, cariñosísimos. Es incríble lo bien que he encajado con los amigos de Goyo. Raquel, la novia de Eloy es genial. Le estoy cogiendo mucho cariño. Cada cosa que me cuenta acerca de ella me hace cogerle más y más aprecio. El sábado durante la cena me contó que iba periódicamente a donar plaquetas para una niña con leucemia, y me pareció algo tan altruista y tierno que la tomé de la mano. También ha ofrecido su casa para que vayamos durante el verano a disfrutar de la piscina.
Un caso distinto es el de Joaquín. Joaquín es el mejor amigo de Goyo, y gracias al cual él se aceptó poco a poco como gay y digamos que le perdió el miedo a relacionarse con gays. ES comprensible que le tenga mucho aprecio y que tengan una relación muy estrecha. A mí me pasa lo mismo con Javier, y me encanta decir que tengo un amigo con el que sé que puedo contar para lo bueno y lo malo. También Javier me conoció en un momento duro de su vida, en el que aún no había salido del armario, y entiendo que los amigos que haces en esos momentos no se olvidan nunca. Yo al menos no los olvido. Sin embargo Joaquín parece estar celoso del hecho de que su amigo Goyo haya encontrado novio. Él está con un chico italiano, pero a pesar de que llevan un año juntos, apenas se ven, porque el novio vive en Florencia. Las relaciones a distancia son difíciles de llevar, y precisamente una relación así es lo que menos necesita Joaquín en estos momentos.
Hasta ahora le he visto un par de veces, pero lo que es hablar con él sólo he hablado en una ocasión en la que vino a casa de Goyo. Me dió la impresión de que estaba a la defensiva y trataba de mostrar el caché que tiene a toda costa. Yo a Goyo después le dije que no tenía que impresionarme, que con ser su amigo a mí me valía, pero por lo visto es su manera de ser. Lo que no me gusta es el modo de sonreír que tiene. Tiene el rictus serio y de repente, como para quedar bien, fuerza una sonrisa de compromiso que a mí desde luego no me engaña. Quiero creer que todo esto es su modo de ser y que no tiene nada que ver con el hecho de que Goyo y yo estamos ahora juntos, pero me preocupa que una persona con tanto ascendente sobre Goyo pueda ejercer una influencia negativa en nuestra relación.
Todo lo contrario sucede con Goyo y Nacho&Javier. Les gusta tanto que Javier ha llegado a decirme en broma "si le dejas, te dejo!", porque consideran muy acertadamente que Goyo es un mirlo blanco, como diríamos entre nosotros. Y yo estoy de acuerdo. Inmediatamente le han aceptado como uno más en nuestro grupo de amigos, y me preguntan siempre por él, como si hubiéramos estado siempre juntos. Ya hemos cenado un par de veces en su casa y tengo pensado organizar una soirée con una peli o una ópera para esta semana.
lunes, 29 de enero de 2007
Tallas
Leo hoy en El País digital una noticia sorprendente. Resulta que es ahora cuando las tallas de la ropa se van a hacer en consonancia con la distribución estadística de medidas reales de las mujeres españolas!
Yo creía que esta era ya la norma en la industria textil. Aunque lo cierto es que, por experiencia propia y también por lo que muchas chicas me han contado, la locura de las tallas nos ha hecho sufrir a más de un@.
El sábado estuve en Las Rozas Village. Intenté comprarme unos pantalones, vaqueros, chinos o de cualquier tipo. Y resulta que de talla 36 con un largo de pierna de 30 encontré ¡1 par en todo el centro comercial!. Y no es porque no mirara en todas las tiendas. Es que simplemente la dictadura de las tallas campa a sus anchas, incluso en la ropa de chico. No me extraña que cada vez haya más gente con trastornos de la alimentación.
Lunes por la mañana. No tengo mucho que hacer, e intento prolongar esa sensación de no tener obligaciones que se siente durante el fin de semana. Por eso también escribo en el blog, aunque creo que se lo he dicho a tanta gente que me siento coartado para hablar de las cosas que más me importan. Va a ser verdad lo que me dijo mi hermano el otro día de que la sinceridad en lo que escribes está en relación inversa con el número de personas que te leen... Creo que estoy de acuerdo.
Yo creía que esta era ya la norma en la industria textil. Aunque lo cierto es que, por experiencia propia y también por lo que muchas chicas me han contado, la locura de las tallas nos ha hecho sufrir a más de un@.
El sábado estuve en Las Rozas Village. Intenté comprarme unos pantalones, vaqueros, chinos o de cualquier tipo. Y resulta que de talla 36 con un largo de pierna de 30 encontré ¡1 par en todo el centro comercial!. Y no es porque no mirara en todas las tiendas. Es que simplemente la dictadura de las tallas campa a sus anchas, incluso en la ropa de chico. No me extraña que cada vez haya más gente con trastornos de la alimentación.
Lunes por la mañana. No tengo mucho que hacer, e intento prolongar esa sensación de no tener obligaciones que se siente durante el fin de semana. Por eso también escribo en el blog, aunque creo que se lo he dicho a tanta gente que me siento coartado para hablar de las cosas que más me importan. Va a ser verdad lo que me dijo mi hermano el otro día de que la sinceridad en lo que escribes está en relación inversa con el número de personas que te leen... Creo que estoy de acuerdo.
lunes, 22 de enero de 2007
Fin de semana
Los domingos deberían estar prohibidos por la ley. Claro que si no existieran los domingos, serían los sábados los malditos, y así hasta que nos quedáramos sin semana.
Entonces resulta que siempre tiene que haber un día en el que sabes que se te acaba hacer lo que te dé la gana, levantarte a la hora que quieras, acostarte cuando te apetece, ver todas las pelis malas de la tele. Pero disfrutando de los últimos coletazos, porque siempre sabes que al día siguiente tienes que volver a la misma rutina en la que no puedes hacer lo que te apetece en cada momento. Imagino que el 31 de agosto, el 6 de enero y el domingo de resurección, o los días previos a la vuelta al trabajo/colegio son posiblemente los más horribles del año, así como los días posteriores, o sea los primeros días de vuelta a lo de siempre.
Siempre he envidiado a la gente a la que estas fechas les dan igual. Para los que siempre es fiesta. Quizás por eso nos fascina tanto la vida de los famosos, que están por encima de estas consideraciones de trabajador asalariado.
Entonces resulta que siempre tiene que haber un día en el que sabes que se te acaba hacer lo que te dé la gana, levantarte a la hora que quieras, acostarte cuando te apetece, ver todas las pelis malas de la tele. Pero disfrutando de los últimos coletazos, porque siempre sabes que al día siguiente tienes que volver a la misma rutina en la que no puedes hacer lo que te apetece en cada momento. Imagino que el 31 de agosto, el 6 de enero y el domingo de resurección, o los días previos a la vuelta al trabajo/colegio son posiblemente los más horribles del año, así como los días posteriores, o sea los primeros días de vuelta a lo de siempre.
Siempre he envidiado a la gente a la que estas fechas les dan igual. Para los que siempre es fiesta. Quizás por eso nos fascina tanto la vida de los famosos, que están por encima de estas consideraciones de trabajador asalariado.
lunes, 15 de enero de 2007
Fin de semana en el paraíso
Lunes.
Vuelta a la oficina. A este "trabajo" de becario que consiste en aprender a no hacer nada delante de un ordenador durante aproximadamente 8 horas al día. Hasta la semana pasada mis compañeras de departamento estaban lejos, en la misma planta, pero no sabía lo que hacían. Ahora que se me han mudado a mi lado me doy cuenta de que una de ellas se pasa el día mirando su cuenta en Caja Madrid, y la otra de momento está publicando algo -no sé muy bien qué- en la intranet.
Mi fin de semana; maravilloso. El viernes estuve con Goyo en casa de Javier y Nacho, viendo al perrito beagle que se han comprado. Es muy juguetón pero tiene personalidad. Cuando le di en el hocico para que no me mordiera más me ladró un poco. Quizá me costará imponerme para que el perro me respete, aunque no le doy aún mucha importancia a esto, porque se trata de un cachorrito de apenas 1 mes. Dicen que aún no es capaz de retener los aprendizajes. Me cae bien.
Iba a haber cocinado una paella vegetariana para el viernes por la noche, pero como estuve con Goyo en el estudio hasta que nos marchamos a casa de J&N, al final compré unos sandwiches en Rodilla y unas coca-colas. Estuvimos como siempre, muy a gusto, finalmente los cuatro. Parecía que yo siempre sería el solterón empedernido! Me encanta que de momento estemos manteniendo el equilibrio entre estar él y yo solos y cuidar de los amigos. Eso es algo muy importante y no quiero cometer un error tan sencillo de evitar. También quiero quedar con los amigos de Goyo; conocer a sus amigos gays, salir con ellos, ver de qué tipo de ocio disfrutan.
El sábado estuvimos en el concierto de Víctor Coyote vendiendo libros y CD's. Me puse a vender libros y tuve mucho éxito. Vendimos todos los que traía Goyo y 5 más que trajeron apresuradamente del estudio ante la demanda al final del concierto. Siempre pensé que era mal vendedor. A lo mejor tendría que replantearme esto, y si no pensar que soy bueno, al menos que no soy ni mejor ni peor que la persona promedio. Tan solo esa idea me hace sentir bien.
Ayer me levanté muy tarde. Goyo se había ido a trabajar y se había puesto una chaqueta beige con rayitas que le sentaba de maravilla. Lo había visto como en sueños cuando me dió un beso de despedida por la mañana, pero después le vi ya consciente y me pareció el tío más guapo. Fuimos al Real a ver Wozzeck. Me alegré de que la primera vez que iba a la ópera con él se tratara de un montaje rompedor y de una ópera dodecafónica; así rompería los mitos acerca de la ópera como un espectáculo rancio en el que sólo aparecen gordas haciendo gorgoritos. Me pareció un exclente contrapeso, sobre todo teniendo en cuenta que el círculo de amistades de Goyo parece ser un poco hostil a lo que ellos denominan el "arte oficial" hasta el punto de compararlo con los toros. Los carcas del Real, los que tienen abono de butaca de patio "de toda la vida" -dios, cómo odio esa expresión!- se salieron antes de que finalizara la representación o sencillamente no aplaudieron al final. Fuimos los que no tenemos un abono ni casa en el barrio de Salamanca, los que vamos a la ópera porque nos gusta, los que aplaudimos a rabiar, puestos en pie.
Vuelta a la oficina. A este "trabajo" de becario que consiste en aprender a no hacer nada delante de un ordenador durante aproximadamente 8 horas al día. Hasta la semana pasada mis compañeras de departamento estaban lejos, en la misma planta, pero no sabía lo que hacían. Ahora que se me han mudado a mi lado me doy cuenta de que una de ellas se pasa el día mirando su cuenta en Caja Madrid, y la otra de momento está publicando algo -no sé muy bien qué- en la intranet.
Mi fin de semana; maravilloso. El viernes estuve con Goyo en casa de Javier y Nacho, viendo al perrito beagle que se han comprado. Es muy juguetón pero tiene personalidad. Cuando le di en el hocico para que no me mordiera más me ladró un poco. Quizá me costará imponerme para que el perro me respete, aunque no le doy aún mucha importancia a esto, porque se trata de un cachorrito de apenas 1 mes. Dicen que aún no es capaz de retener los aprendizajes. Me cae bien.
Iba a haber cocinado una paella vegetariana para el viernes por la noche, pero como estuve con Goyo en el estudio hasta que nos marchamos a casa de J&N, al final compré unos sandwiches en Rodilla y unas coca-colas. Estuvimos como siempre, muy a gusto, finalmente los cuatro. Parecía que yo siempre sería el solterón empedernido! Me encanta que de momento estemos manteniendo el equilibrio entre estar él y yo solos y cuidar de los amigos. Eso es algo muy importante y no quiero cometer un error tan sencillo de evitar. También quiero quedar con los amigos de Goyo; conocer a sus amigos gays, salir con ellos, ver de qué tipo de ocio disfrutan.
El sábado estuvimos en el concierto de Víctor Coyote vendiendo libros y CD's. Me puse a vender libros y tuve mucho éxito. Vendimos todos los que traía Goyo y 5 más que trajeron apresuradamente del estudio ante la demanda al final del concierto. Siempre pensé que era mal vendedor. A lo mejor tendría que replantearme esto, y si no pensar que soy bueno, al menos que no soy ni mejor ni peor que la persona promedio. Tan solo esa idea me hace sentir bien.
Ayer me levanté muy tarde. Goyo se había ido a trabajar y se había puesto una chaqueta beige con rayitas que le sentaba de maravilla. Lo había visto como en sueños cuando me dió un beso de despedida por la mañana, pero después le vi ya consciente y me pareció el tío más guapo. Fuimos al Real a ver Wozzeck. Me alegré de que la primera vez que iba a la ópera con él se tratara de un montaje rompedor y de una ópera dodecafónica; así rompería los mitos acerca de la ópera como un espectáculo rancio en el que sólo aparecen gordas haciendo gorgoritos. Me pareció un exclente contrapeso, sobre todo teniendo en cuenta que el círculo de amistades de Goyo parece ser un poco hostil a lo que ellos denominan el "arte oficial" hasta el punto de compararlo con los toros. Los carcas del Real, los que tienen abono de butaca de patio "de toda la vida" -dios, cómo odio esa expresión!- se salieron antes de que finalizara la representación o sencillamente no aplaudieron al final. Fuimos los que no tenemos un abono ni casa en el barrio de Salamanca, los que vamos a la ópera porque nos gusta, los que aplaudimos a rabiar, puestos en pie.
viernes, 12 de enero de 2007
El amor
Parecerá una cursilada, una pastelada a estas alturas ya de la película de mi vida, pero me he enamorado como un quinceañero. De hecho, no me enamoré cuando tenía quince años, y quizá por eso sigo creyendo en la posibilidad de encontrar al príncipe azul.
Todo sucedió hace relativamente poco tiempo, aunque para mi han sido unos días tan intensos que me han parecido meses. La noche del 30 al 31 de diciembre salí con unos amigos a cenar, invitados por uno de ellos que quería presentarnos a su novio suizo con el que se va a ir a vivir a ese país. Estuvimos en un restaurante italiano que habría olvidado fácilmente de no ser por lo que me ocurrió aquella noche.
Después de tomar algo en los locales habituales de Chueca, me fui con dos de mis amigos a un local nuevo que no está exactamente en el barrio gay, sino un poco más cerca de mi casa. El lugar era bastante agradable, con cierto ambiente osuno pero sin llegar a ser excesivo. A la gente, bastante guapa, se la veía con ganas de ligar. Aunque eso no es realmente una excepción en el ambiente.
Allí en la barra crucé mi mirada con él. Llevaba una gorra medio verde-amarilla con la parte trasera negra, y unas gafitas de montura metálica muy fina, que junto a su barba recortada y su nariz prominente indicaban claramente su ascendencia judía. Luego corroboré esta primera impresión cuando sentí su piel suave y blanca.
A pesar de ser de una estatura similar a la mía, sus manos eran fuertes y grandes, aunque de tacto suavísimo. Él también fijó su mirada en mis ojos, y yo le sonreí. Me mantuvo la mirada. Supe que al menos no le había resultado indiferente. Y ahí me quedé, cerca de donde estaba él, bailando y sin dejar de echarle miraditas de vez en cuando para ver si continuaba interesado.
Al cabo de un rato de juego de miradas, él se me acercó y me dijo que iba a por una copa, que no me fuera. Eso me hizo pensar que quería al menos continuar flirteando conmigo, mirándome desde sus ojos almendrados que se resguardaban tras sus gafas de rabino posmoderno.
Cuando ya estábamos claramente uno junto al otro bailando, me dijo algo que me dejó clara su sinceridad. Y es que me dijo que no había salido nada más que a bailar, porque ni siquiera se había duchado. A mí la verdad es que en ese momento lo que menos me apetecía del mundo era que este chico se me escapara, así que me armé de valor y le dije que eso no era un problema, que nos podríamos duchar juntos en mi casa, ya que vivía cerca.
Creo que eso que le dije le terminó de decidir, y me besó. Sus dientes eran preciosos, y el sabor de su boca muy agradable, incluso adictivo, de tal modo que no cabía duda de que tenía interés por mí.
Al rato de estar en la discoteca decidimos marcharnos, y en el camino a casa hablamos de tonterías, no recuerdo muy bien de qué, pero lo que sí percibí es que había química entre nosotros. Los silencios no eran incómodos, y lo que uno decía se veía de modo natural escuchado y contestado por el otro, sin brusquedades, fluyendo entre los dos.
En algún momento de nuestro camino a casa, que se veía interrumpido por constantes besos apasionados contra las fachadas, él me preguntó si tenía novio, ante lo cual me surgió la duda acerca de si él lo tendría. Le dije que no, que no tenía novio, y entonces él sonrió y exclamó "qué bien!". Él tampoco estaba con nadie, así que a mí su pregunta me pareció deliciosa, porque apenas nos habíamos conocido y ya me estaba sondeando para saber si podría tener hueco una posible relación. Las cosas no podían ir mejor...
Una vez que llegamos a casa, cumplí lo prometido y nos metimos en la ducha. Desde ese momento el resto fue increíble. No había momentos embarazosos, nuestros cuerpos se complementaban a la perfección. Las formas de nuestros brazos, nuestras piernas, nuestro tronco, nuestras cabezas, nuestros sexos parecían hechos el uno para el otro, como las piezas de un puzzle que de repente casan sin esfuerzo. Su entrega sexual me sorprendió por lo desinhibida y al mismo tiempo por la ternura que rezumaba por todos los poros de su cuerpo. Aquella noche fui yo quien lo poseí, y se entregó a mí de un modo como nadie más lo había hecho nunca.
No sólo tuvimos un sexo maravilloso, sino que a la mañana siguiente, día de Nochevieja, allí estaba mi ya príncipe azul, yaciendo abrazado a mí y sin ninguna intención de salir corriendo y anotarme como un polvo más. Compartió conmigo su costumbre de ir a ver una película el día de Nochevieja, algo que enseguida me dijo que, como a mí, le gustaba nadar a contracorriente de la mayoría de las personas y relajarse en una oscura sala de cine en las horas previas a las doce de la noche, horas absurdas, perdidas por la mayoría de nosotros, en las que no sabemos muy bien qué hacer con nuestro tiempo. En las que posiblemente estamos apurando la última reunión del año con amigos antes de volver a casa para cenar, o estamos cocinando apresuradamente el enésimo plato de un manjar que posiblemente no disfrutemos por estar llenos con los entrantes, o estamos viendo un absurdo programa enlatado de televisión de repaso del año que nunca recordaremos, o intentamos congraciarnos con familiares con los que de no ser porque tenemos que estar ahí no nos relacionaríamos en nuestra vida.
Encandilado con su propuesta, fui con el al cine a ver una película que a mí me pareció la más bonita de la historia del cine. Nos tomamos de la mano y yo noté el calor de su cuerpo junto al mío en una situación no sexual, algo que me reconfortó el corazón y me hizo sentirme muy cerca de él en un plano si cabe más profundo. Al terminar la película tuvimos que separarnos porque él tenía que cenar en casa de sus padres y yo tenía que asistir a la invitación de la familia de mi mejor amigo, que no quería que pasara solo la Nochevieja. Aunque habíamos quedado en llamarnos para vernos tras la entrada del año nuevo, pensé que a lo mejor aquella noche no volveríamos a estar juntos.
Lo que me llenó de alegría fue el mensaje que me mandó al móvil en el que me decía que ya salía de casa de sus padres y se volvía a la suya, y que me esperaba allí. Mis amigos comprendieron perfectamente mi deseo de verle, y después de cenar y brindar por el año nuevo me llevaron a su encuentro, donde celebré de nuevo, y esta vez con una alegría que no quiero olvidar jamás, la entrada del nuevo año en la azotea de su casa, con una botella de cava mientras contemplábamos un cielo de Madrid rojizo por el alumbrado público, que poseía una luz crepuscular increíblemente bella, y sobre cuyo fondo resaltaban los fuegos artificiales que daban la bienvenida al año que he comenzado sintiéndome el hombre más feliz y afortunado del mundo.
Todo sucedió hace relativamente poco tiempo, aunque para mi han sido unos días tan intensos que me han parecido meses. La noche del 30 al 31 de diciembre salí con unos amigos a cenar, invitados por uno de ellos que quería presentarnos a su novio suizo con el que se va a ir a vivir a ese país. Estuvimos en un restaurante italiano que habría olvidado fácilmente de no ser por lo que me ocurrió aquella noche.
Después de tomar algo en los locales habituales de Chueca, me fui con dos de mis amigos a un local nuevo que no está exactamente en el barrio gay, sino un poco más cerca de mi casa. El lugar era bastante agradable, con cierto ambiente osuno pero sin llegar a ser excesivo. A la gente, bastante guapa, se la veía con ganas de ligar. Aunque eso no es realmente una excepción en el ambiente.
Allí en la barra crucé mi mirada con él. Llevaba una gorra medio verde-amarilla con la parte trasera negra, y unas gafitas de montura metálica muy fina, que junto a su barba recortada y su nariz prominente indicaban claramente su ascendencia judía. Luego corroboré esta primera impresión cuando sentí su piel suave y blanca.
A pesar de ser de una estatura similar a la mía, sus manos eran fuertes y grandes, aunque de tacto suavísimo. Él también fijó su mirada en mis ojos, y yo le sonreí. Me mantuvo la mirada. Supe que al menos no le había resultado indiferente. Y ahí me quedé, cerca de donde estaba él, bailando y sin dejar de echarle miraditas de vez en cuando para ver si continuaba interesado.
Al cabo de un rato de juego de miradas, él se me acercó y me dijo que iba a por una copa, que no me fuera. Eso me hizo pensar que quería al menos continuar flirteando conmigo, mirándome desde sus ojos almendrados que se resguardaban tras sus gafas de rabino posmoderno.
Cuando ya estábamos claramente uno junto al otro bailando, me dijo algo que me dejó clara su sinceridad. Y es que me dijo que no había salido nada más que a bailar, porque ni siquiera se había duchado. A mí la verdad es que en ese momento lo que menos me apetecía del mundo era que este chico se me escapara, así que me armé de valor y le dije que eso no era un problema, que nos podríamos duchar juntos en mi casa, ya que vivía cerca.
Creo que eso que le dije le terminó de decidir, y me besó. Sus dientes eran preciosos, y el sabor de su boca muy agradable, incluso adictivo, de tal modo que no cabía duda de que tenía interés por mí.
Al rato de estar en la discoteca decidimos marcharnos, y en el camino a casa hablamos de tonterías, no recuerdo muy bien de qué, pero lo que sí percibí es que había química entre nosotros. Los silencios no eran incómodos, y lo que uno decía se veía de modo natural escuchado y contestado por el otro, sin brusquedades, fluyendo entre los dos.
En algún momento de nuestro camino a casa, que se veía interrumpido por constantes besos apasionados contra las fachadas, él me preguntó si tenía novio, ante lo cual me surgió la duda acerca de si él lo tendría. Le dije que no, que no tenía novio, y entonces él sonrió y exclamó "qué bien!". Él tampoco estaba con nadie, así que a mí su pregunta me pareció deliciosa, porque apenas nos habíamos conocido y ya me estaba sondeando para saber si podría tener hueco una posible relación. Las cosas no podían ir mejor...
Una vez que llegamos a casa, cumplí lo prometido y nos metimos en la ducha. Desde ese momento el resto fue increíble. No había momentos embarazosos, nuestros cuerpos se complementaban a la perfección. Las formas de nuestros brazos, nuestras piernas, nuestro tronco, nuestras cabezas, nuestros sexos parecían hechos el uno para el otro, como las piezas de un puzzle que de repente casan sin esfuerzo. Su entrega sexual me sorprendió por lo desinhibida y al mismo tiempo por la ternura que rezumaba por todos los poros de su cuerpo. Aquella noche fui yo quien lo poseí, y se entregó a mí de un modo como nadie más lo había hecho nunca.
No sólo tuvimos un sexo maravilloso, sino que a la mañana siguiente, día de Nochevieja, allí estaba mi ya príncipe azul, yaciendo abrazado a mí y sin ninguna intención de salir corriendo y anotarme como un polvo más. Compartió conmigo su costumbre de ir a ver una película el día de Nochevieja, algo que enseguida me dijo que, como a mí, le gustaba nadar a contracorriente de la mayoría de las personas y relajarse en una oscura sala de cine en las horas previas a las doce de la noche, horas absurdas, perdidas por la mayoría de nosotros, en las que no sabemos muy bien qué hacer con nuestro tiempo. En las que posiblemente estamos apurando la última reunión del año con amigos antes de volver a casa para cenar, o estamos cocinando apresuradamente el enésimo plato de un manjar que posiblemente no disfrutemos por estar llenos con los entrantes, o estamos viendo un absurdo programa enlatado de televisión de repaso del año que nunca recordaremos, o intentamos congraciarnos con familiares con los que de no ser porque tenemos que estar ahí no nos relacionaríamos en nuestra vida.
Encandilado con su propuesta, fui con el al cine a ver una película que a mí me pareció la más bonita de la historia del cine. Nos tomamos de la mano y yo noté el calor de su cuerpo junto al mío en una situación no sexual, algo que me reconfortó el corazón y me hizo sentirme muy cerca de él en un plano si cabe más profundo. Al terminar la película tuvimos que separarnos porque él tenía que cenar en casa de sus padres y yo tenía que asistir a la invitación de la familia de mi mejor amigo, que no quería que pasara solo la Nochevieja. Aunque habíamos quedado en llamarnos para vernos tras la entrada del año nuevo, pensé que a lo mejor aquella noche no volveríamos a estar juntos.
Lo que me llenó de alegría fue el mensaje que me mandó al móvil en el que me decía que ya salía de casa de sus padres y se volvía a la suya, y que me esperaba allí. Mis amigos comprendieron perfectamente mi deseo de verle, y después de cenar y brindar por el año nuevo me llevaron a su encuentro, donde celebré de nuevo, y esta vez con una alegría que no quiero olvidar jamás, la entrada del nuevo año en la azotea de su casa, con una botella de cava mientras contemplábamos un cielo de Madrid rojizo por el alumbrado público, que poseía una luz crepuscular increíblemente bella, y sobre cuyo fondo resaltaban los fuegos artificiales que daban la bienvenida al año que he comenzado sintiéndome el hombre más feliz y afortunado del mundo.
Por qué empiezo a escribir un blog?
Bienvenid@ a mi blog!
Te preguntarás que por qué otro blog más, que por qué hay que saturar aún más el ciberespacio con historias que son tan comunes a todos nosotros, con sentimientos que casi todos hemos tenido alguna vez en nuestras vidas, con experiencias que son en lo esencial tan parecidas a las de otros miles de millones de personas en este planeta...
Yo me pregunto lo mismo. Y sin embargo los blogs, las novelas, las películas no cesan de proliferar, y la gente tiene cada vez más un ansia mayor de historias.
Creo que esto es un defecto de diseño del cerebro humano. Pero no venimos, como especie, con un certificado de garantía ni con manual de instrucciones, y mucho menos con la seguridad de que tengamos un futuro como ni siquiera a medio plazo. Sin embargo, aquí seguimos, cargándonos un planeta al que le iría mucho mejor sin nosotros y sin ser totalmente conscientes de que para la historia del universo no seremos nada más que una minúscula anécdota.
Te preguntarás que por qué otro blog más, que por qué hay que saturar aún más el ciberespacio con historias que son tan comunes a todos nosotros, con sentimientos que casi todos hemos tenido alguna vez en nuestras vidas, con experiencias que son en lo esencial tan parecidas a las de otros miles de millones de personas en este planeta...
Yo me pregunto lo mismo. Y sin embargo los blogs, las novelas, las películas no cesan de proliferar, y la gente tiene cada vez más un ansia mayor de historias.
Creo que esto es un defecto de diseño del cerebro humano. Pero no venimos, como especie, con un certificado de garantía ni con manual de instrucciones, y mucho menos con la seguridad de que tengamos un futuro como ni siquiera a medio plazo. Sin embargo, aquí seguimos, cargándonos un planeta al que le iría mucho mejor sin nosotros y sin ser totalmente conscientes de que para la historia del universo no seremos nada más que una minúscula anécdota.
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